Seguro que has oído hablar del shock cultural, especialmente en un mundo en que cada vez nos desplazamos más. Sin embargo, ¿tienes claro en qué consiste exactamente? ¿Sabías que el intercambio puede ser útil para reducir sus efectos? En este post, ¡te lo contamos!
¿Qué es el shock cultural?
El concepto de shock cultural fue acuñado por el antropólogo canadiense Kalervo Oberg en 1954. A través de este término, describe las emociones contrapuestas que genera abandonar el contexto cultural propio para sumergirse en uno distinto, por ejemplo al ir a trabajar o estudiar al extranjero.
Los sentimientos más habituales que produce este choque son la confusión, el nerviosismo o la frustración, combinados con otros más positivos como la emoción y lo estimulante que resulta descubrir nuevos contextos culturales.
El shock cultural es pasajero y aparece tras varios meses en un nuevo lugar, no al realizar viajes breves. Dependiendo del contraste y de cada persona, este fenómeno puede causar desde fatiga o irritabilidad hasta una depresión, ¡no debe tomarse a la ligera!
Kalervo Oberg describió 4 etapas del shock cultural:
1) Luna de miel: en el primer contacto, todo parece positivo y emocionante. Muchas personas idealizan el lugar de destino, llegando a considerar que todo es mejor que en su cultura. En realidad, están abrumadas y solo observan.
2) Fase de choque: a partir del primer mes, las sensaciones iniciales cambian por completo. Cada costumbre y cada norma cultural resultan extrañas, impredecibles. Incluso el mero hecho de ir al supermercado y no encontrar los productos que sueles utilizar para cocinar puede generar un rechazo que se convierte en frustración.
3) Reajuste: esta etapa aparece entre los 6-12 meses, cuando la persona se acostumbra a las convenciones y se comienza a tomar cierta distancia tanto de tu cultura de origen como de la actual.
4) Adaptación: el ajuste previo termina de cristalizar y ya se está totalmente a gusto con las costumbres. Se pueden anticipar los posibles choques y se solucionan con una actitud positiva. Esto sucede, por ejemplo, al realizar un Erasmus: llegado el momento de volver, los alumnos se encuentro justo iniciando esta etapa o superando la anterior.
Este esquema sigue vigente hoy día, aunque algunos teóricos lo completan con un quinto estadio: el choque cultural a la inversa, una versión reducida que puede sufrir la persona al volver a su país de origen.
Claves para minimizar el choque y cómo puede ayudar el intercambio cultural
Para comprender bien por qué ocurre este shock, debe tenerse en cuenta que la cultura envuelve toda nuestra relación con el entorno: desde el idioma que utilizamos hasta lo que comemos. Lo que ocurre es que los hábitos están tan interiorizados que se perciben especialmente cuando se produce un cambio intenso.
¿Qué se puede hacer para reducir los efectos del shock cultural? El primer paso puede ser investigar sobre las costumbres, tradiciones o gastronomía, entre otros, del lugar en el que se va a vivir. El siguiente paso, antes y durante la propia experiencia, es aprender el nuevo idioma.
Ser capaz de expresarse en la lengua local facilita la integración, permite ser partícipe del entorno que te rodea y es una puerta de entrada a muchos otros rasgos culturales. También hace más sencilla la tarea de hacer amistades del lugar: quienes ayudarán en los momentos difíciles, pero también a integrarse y a sentirse, de forma más rápida, como en casa.
Otras claves importantes para minimizar el shock cultural es ser capaz de mantener las aficiones e intereses previos, de manera que no se desdibuje la personalidad. Además, puede ayudar a encontrar a gentes con intereses similares en el nuevo destino.
Por último, compartir la cultura propia con los amigos, compañeros de trabajo o estudios y conocidos también facilita la comprensión mutua, además de mantener vivo el contacto con tu tierra de origen.
¿Conoces una manera efectiva de aprender y mejorar un idioma, pero además de descubrir la realidad de un entorno diferente? Nos referimos al intercambio cultural, ¡claro! Realizar esta experiencia durante la juventud, ayuda a abrir la mente y a tener una gran preparación ante un viaje de mayor recorrido.
Además, vivir intercambios en una zona en la que te vas a instalar, se convierte en una manera de adaptarse a todos los cambios que se van a producir. El shock cultural puede producirse al pasar los meses, pero sin duda se verán reducidos los efectos al conocer mejor el idioma, la cultura y las costumbres.
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